(Autor: Cristian Frers)
El gran �rbol geneal�gico de la humanidad tiene cada vez m�s ranas as� como ra�ces m�s profundas. Los hallazgos de restos f�siles en la Rep�blica de Georgia, en Asia, y en Chad, pa�s del centro del continente africano plantean nuevas dudas en la comunidad cient�fica internacional. Prometen revisar, una vez m�s, todo lo conocido hasta el momento sobre el origen y la evoluci�n de los humanos.
En Africa, un cr�neo con una antig�edad de casi 7 millones de a�os, una �poca que se considera muy cercana al momento clave en que el linaje humano se separ� del de los chimpanc�s. Es decir, fundamental para entender c�mo se separaron las dos ramas evolutivas que dieron lugar a los grandes monos actuales (gorilas, chimpanc�s y orangutanes) y al hombre moderno. Los restos de Georgia, en cambio, son de 1,75 millones de a�os de antig�edad. No parecen tan antiguos, pero representan una posibilidad �nica para encontrar respuestas a las preguntas sobre los primeros ancestros humanos que salieron de Africa y c�mo fue que se lanzaron a la aventura de conquistar el resto del mundo.
El debate sobre el origen de hombre ha avanzado sustancialmente en los �ltimos a�os. En el orbe biol�gico, los lazos de hemandad son patentes. Los gibones comparten con el hombre el 95% de su material gen�tico; y los gorilas, el 97,7%. En el caso del chimpanc� y el bonobo, el parecido gen�tico es asombroso: compartimos el 98,4% del ADN. Sin embargo, muchas de las cuestiones que se plantean las investigaciones actuales poseen profundas ra�ces hist�ricas. No es f�cil tener que repensar el �rbol geneal�gico de la humanidad cada vez que aparece otro eslab�n perdido. Agregar ramas e incluso llegar a la conclusi�n de que algunas de ellas no llevan a ninguna parte, supone una gran cuota de esfuerzo, reflexi�n y s�ntesis. Estas semejanzas en los genes est� en consonancia con las conductas y relaciones sociales casi humanas y, por qu� no decirlo, a veces humanas que exhiben muchos primates, sobre todo los grandes antropoides.
Durante el siglo pasado el tema de nuestras relaciones con los simios efectu� un ciclo completo, desde la �poca de Darwin, Husley y Haeckel hasta poco despu�s cambio del siglo, se consider� que los parientes m�s pr�ximos de los humanos eran los simios africanos chimpanc�s y gorilas, mientras que el gran simio asi�tico, el orangut�n, fue considerado algo mas distante. Desde los a�os veinte a los sesenta, los humanos fueron distanciados de los grandes simios, que fueron considerados como pertenecientes a un grupo evolutivo muy especial. Pero a partir de 1960, el punto de vista convencional volvio a la perspectiva darviniana. Darwin cre�a que la “cuna de la humanidad” hab�a sido el continente africano.
La paleont�loga Meave Leakey encontro huesos de veinti�n especimenes de un animal aparentemente precursor de todos los “eslabones perdidos”. A los que bautiz� Australopithecus anamensis que fueron descriptos como animales protohumanos del g�nero de los australopitecinos, tienen rasgos antiguos y modernos a la vez, ya que recuerdan a primates precursores del chimpanc� y, por otro, prenuncian al futuro hombre moderno.
Por desgracia, existe una enorme laguna, lo que se llama vac�o de f�siles, al intentar encontrar el antepasado com�n del que derivan tanto el hombre actual como los antropomorfos modernos y los diversos hom�nidos ancestrales. La laguna se extiende entre el per�odo que va entre los ocho y los cuatro millones de a�os.
El nuevo cr�neo de Chad, descubierto por Michel Brunet. Representa una nueva especie, el Sahelanthropus, que seg�n se cree, tiene unos 7 millones de a�os. Es uno de los candidatos firmes para ser se�alado como el eslab�n perdido, que representa a un ancestro com�n de chimpanc�s y humanos. Tiene una peque�a caja cerebral, similar a la de los chimpanc�s, pero tambi�n hay evidencias de que caminaba en dos patas. Esta es una combinaci�n de caracter�sticas humanas y simias que tambi�n se encuentran en hom�nidos posteriores como el Australopithecus africanus.
Habr�a que preguntarnos�C�mo surgieron las primeras formas simiescas? Los cient�ficos barajan tres teor�as. La m�s antigua y menos convincente es la llamada arb�rea, que sostiene que los primates evolucionaron para adaptarse a la vida en los �rboles. En este mundo tridimensional, las �rbitas de sus ojos se convergieron hacia el frente, para dotarlos de una completa visi�n estereosc�pica. Este perfeccionamiento del aparato visual fue a costa de un detrimento del olfativo y de una reducci�n del tama�o del hocico. Para andar por las ramas, la naturaleza adem�s les reemplaz� las garras por u�as, e hizo que se conservasen la pentadactilia, es decir, los cinco dedos.
Por el contrario, la teor�a de la depredaci�n visual defiende que estos cambios anat�micos surgieron para perfeccionar la b�squeda nocturna de insectos y frutas en las ramas terminales de los arbustos de los bosques.
La tercera posibilidad tambi�n incide en la dieta. Se trata de la teor�a de la radiaci�n de las angiospermas. Sus mentores nos aseguran que las adaptaciones de los primates emergieron para detectar y explorar eficazmente los recursos alimenticios que ofrec�an las plantas con flores: frutas, flores, n�ctares, gomas e insectos polinizadores.
De un modo u otro, en los albores del eoceno, hace unos 40 millones de a�os, aparecieron los aut�nticos primates. El primate m�s antiguo es muy probable que haya sido un animal nocturno, no m�s grande que una musara�a arbor�cola que, con el correr de los a�os, sus descendientes optaron por un r�gimen diurno frug�voro. Si los primates iniciales vivieron y evolucionaron hace unos setenta millones de a�os, los monos lo hicieron hace unos cuarenta millones, seguidos por los antropoides y finalmente hace su aparici�n los hom�nicos en un per�odo comprendido entre los 10 y 5 millones de a�os atr�s con una �nica especie de simio b�pedo.
De la misma manera que ordinariamente sucede con los linajes de mam�feros de reciente establecimiento, la primera especie dio lugar, por etapas, a toda una gama de descendientes, originando un arbusto evolutivo relativamente exuberante. Inevitablemente algunas ramas individuales fueron expurgadas de vez en cuando origin�ndose la extinci�n de las especies y la aparici�n de otras nuevas.
Eventualmente, y de forma at�pica para el conjunto de los grupos mam�feros, el arbusto de los hom�nidos qued� reducido a una sola especie –homo sapiens- como representante �nico de la familia.
Si pudi�ramos viajar a Africa, digamos, 2 millones de a�os atr�s, encontrar�amos diversas especies de hom�nidos, compartiendo quiz� un mismo h�bitat, como es el caso hoy en d�a de algunos monos del viejo mundo, o quiz� ocupando h�bitats distintos, como hacen el gorila y el chimpanc�. Cu�ntas especies de hom�nidos coexistieron entonces en el continente es objeto de debate e incertidumbre; no menos de tres, quiz� seis, aunque pudieron ser m�s.
Para Johanson, el Australopithecus afarensis es la ra�z ancestral de todos los hom�nidos posteriores, tanto de los australopitecinos, como del Homo.
Johanson encontr� al Australopithecus afarensis, bautizado “Lucy”, que se supone hab�a vivido en la sabana de Africa Oriental hace 3,5 millones de a�os. Cuando muri� ten�a veinte a�os, un cr�neo de simio y fuertes colmillos. La sorpresa fue que caminaba ya sobre dos patas.
Durante un tiempo, los Australopithecus convivieron en Africa con el Homo h�bukus: los primeros se extinguieron y qued� nuestro antepasado directo, el Homo. El diferenciador de ambos grupos es el cerebro: los cr�neos f�siles de los australopitecinos sugieren que el cambio de tama�o o forma de su cerebro fue m�nimo o nulo durante un mill�n de a�os.
Por otra parte, una de las caracter�sticas m�s llamativas de los primitivos Homo fue el aumento de tama�o del cerebro.
Gracias a su inteligencia algo m�s aguda, pudo idear formas de hallar alimentos nuevos, ampliar su base econ�mica y desarrollar un sistema social.
La evoluci�n de las habilidades tecnol�gicas asociadas a la fabricaci�n de herramientas de piedra ha sido considerada siempre como una explicaci�n satisfactoria para la expansi�n de la capacidad cerebral en el linaje Homo. Si los Australopitecinos fueran en realidad igualmente h�biles entonces dicha explicaci�n perder�a fundamento. A lo mejor apareci� alg�n tipo de presi�n de selecci�n sobre las destrezas mentales que separaron los linajes Homo y australopitecino. Lo que resulta dif�cil de determinar es si iba asociada al desarrollo de actividades de subsistencia m�s complejas o se enmarcaba en el dominio de unas interacciones sociales m�s complejas.
Casi 500 mil a�os despu�s de la aparici�n del Homo h�bilis, surgi� sobre la Tierra el Homo erectus, que se diferencia de su antecesor por poseer un mayor tama�o cerebral, un mayor tama�o corporal y adem�s caminaba en posici�n erguida. El Homo erectus estableci� campamentos fuera de Africa. Se han encontrado restos en Europa, Asia e Indonesia y, naturalmente, en el Continente Negro.
Y all� empieza el problema �Fueron esos hom�nidos migratorios los que evolucionaron en distintos sitios hasta originar el hombre moderno, o el hombre moderno surgi� en un solo lugar y luego se esparci�, eliminando a su paso con cuanto hom�nico u Homo erectus encontr�? En la actualidad, las opiniones no coinciden: seg�n la hip�tesis del “Candelabro” (elaborada por Franz Weidenrech), el Homo erectus se distribuy� en Eurasia y evolucion� por su cuenta, en distintos lugares y de diferentes maneras hasta originar al hombre moderno.
Por el contrario, la hip�tesis del “Arca de No�” (origen �nico y en un solo lugar) supone que el hombre moderno evolucion� a partir de una sola poblaci�n que luego se esparci� por el planeta.
Fue precisamente la ausencia de evoluci�n lo que ha protegido a nuestra especie, evitando que llegase a un callej�n sin salida.
Nuestra especializaci�n es no especializarnos. Si nuestros antepasados sobrevivieron fue porque nunca intentaron llegar a ser verdaderos adultos: adultos en el sentido de madurez cristalizada, sin inflexibilidad. Los seres humanos hemos permanecido ni�os durante toda la historia de la evoluci�n y, desde luego en la familia de origen, pod�amos todas las caracter�sticas propias que tienen un trasfondo cultural, como son el uso de palitos para la caza de hormigas, la construcci�n de esteras con hojas secas para sentarse, danzar bajo la lluvia y un extenso repertorio de h�bitos concernientes al acicalamiento social, entre las cuales podemos encontrar: la curiosidad, la sinceridad, la flexibilidad y las ganas de experimentar.
Seguramente alguno de todos aquellos peque�os, peludos y colmilludos monos parados fue nuestro bisabuelo.
Cristian Frers.
T�cnico Superior en Gesti�n Ambiental.
T�cnico Superior en Comunicaci�n Social.
Tte. Gral. Juan D. Per�n 2049 7mo. “55”.
(C1040AAE) Ciudad Aut�noma de Buenos Aires.
Rep�blica Argentina.
E-mail: cristianfrers@hotmail.com