(Autor: Cristian Frers)
Cómo será la población de nuestro planeta en el 2050 es algo sumamente incierto que depende de las medidas que se tomen o que se nieguen a tomar en la actualidad. Estamos por ingresar en el primer siglo urbano de la historia. Es decir, nunca hubo tanta gente viviendo en ciudades tan extensas como las actuales. Las proyecciones indican que eso se va a aumentar. Hay que prepararse para un mundo en el que pueden faltar alimentos y agua pero también zapatos, cosméticos y tiempo. Buena parte de la jornada podría estar destinada, si todo continúa como hasta hoy, a pasar horas en un embotellamiento o a hacer largas colas para poder abordar un colectivo.
La ONU realizó una proyección que muestra a la población en una cifra superior a los 9.000 millones de habitantes para esa fecha. Esta cifra podría aumentar o reducirse en 2.000 o 3.000 millones de seres humanos. Esta fluctuación depende por la rapidez con que disminuyen los índices de fertilidad en los países desarrollados y en vías de desarrollo. La oscilación entre una cantidad y otra dependerá de varios factores, entre ellos uno básico: asegurar que el derecho a la educación y a la salud, incluyendo la salud reproductiva, sea una realidad para todas las mujeres.
En las últimas cuatro décadas, el porcentaje total de la fertilidad en América Latina cayó dramáticamente de 6 hijos por mujer a 2,8. La tasa de fertilidad en Argentina es de 2,6 cuando en 1960 era de 3,1. Es decir, en este caso, la cifra no bajó abruptamente por lo que el rango entre 2,6 y 2,8 conduce a un continuo crecimiento poblacional acompañado de una veloz urbanización. Para el año 2025: la población alcanzará los 47 millones. En las próximas tres décadas aumentarán notablemente las personas que viven solas; se incrementarán los hogares que tienen a la mujer como cabeza de familia; crecerán los hogares no-familiares y disminuirá sensiblemente el número de hogares y su tamaño medio. Todo en el marco de una Ciudad de Buenos Aires que podría estar al borde de la superpoblación. En el 2050, la Argentina tendrá 54.522.337 habitantes.
Frente a estas perspectivas, las torres gigantes que se proyectan para albergar a futuras megaciudades, como el proyecto de la torre biónica. Una estructura de 1.228 metros de altura, con doce megabarrios altos rodeados de jardines y calles verticales. Los vecindarios, en esa torre, están ubicados en un esquema concéntrico: un anillo interior de edificios y otro exterior con jardines verticales y estanques a su alrededor. Son imágenes que distraen la atención de los problemas reales. Entre ellos, el abastecimiento adecuado de alimentos y agua fresca, la extracción eficaz de los desperdicios y la seguridad social e individual en un marco de distribuciones de ingreso tan desiguales como el actual.
Si tomamos el caso de los alimentos, la escasez de comida podría despertarnos de golpe. Su falta conduce irremediablemente a la desnutrición, malnutrición, enfermedades o muertes prematuras por inanición. A mediados de 1985, se realizaron relevamientos que indicaron que había 44 países donde el consumo diario de calorías por persona era menor que el necesario. Se estima que más del 15% de la población mundial actual está privada crónicamente del alimento indicado para desarrollar una vida sana. En números, la mayor concentración de estas personas en problemas se encuentran en Asia (60%), Africa (25%) y Sudamérica (10%).
Uno de los problemas más graves que se tendrá que solucionar es la escasez del agua, si bien es un recurso abundante y renovable, en muchos países es un bien escaso y a veces se encuentra en situación crítica. La demanda para uso agrícola, abastecimiento humano, industria y utilización energética es cada vez mayor. En el siglo pasado, su extracción aumentó más de seis veces, y la realidad es que la Tierra no tiene ahora más líquido elemento que hace 2.000 años, cuando estaba habitada por un 3% de la población actual. Hoy, 31 países padecen déficit crónico de agua potable y para el 2025 serán 48 las naciones afectadas.
Los recursos derivados de combustibles fósiles puede alcanzar una situación crítica en este nuevo siglo. En el 2050, el mundo habrá multiplicado por 7 el actual consumo de carbón; por 10 el consumo de petróleo y por 20 el de gas natural, por lo que se espera que esos recursos se agoten. Ese sería uno de los golpes más duros para el desarrollo humano. Ayudan a obtener y preparar alimentos, a poner en marcha la industria y a mejorar el confort y la calidad de vida.
Los impactos más negativos podrían ser el crecimiento de la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades.
Conviene detenerse a pensar en cuánto habría que invertir en esos aspectos. Los desafíos en esta época de globalización son gigantescos porque los ritmos económicos son otros. La chance de esas grandes ciudades del futuro para no caer en el descontrol total está en la capacidad de sus gobernantes para obtener recursos financieros y conseguir apoyo técnico de organismos internacionales para fortalecer su infraestructura. Crear nuevos empleos es fundamental; se debe luchar para ampliar las rentas y disminuir los índices de pobreza. El fenómeno de la superpoblación no debería ser un obstáculo para decidir sobre nuestro futuro, la clave esta en repartir los recursos en forma equilibrada.
Cristian Frers.
Técnico Superior en Gestión Ambiental.
Técnico Superior en Comunicación Social.
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